Durante la República Romana, y posiblemente en el mismo Imperio Romano, es probable que la antecesora silla de director, haya perdido su estatus divino, más no el de dominación o poderío, y es que, se sabe que algunos prototipos de la famosa silla en “X”, se utilizaron en tiempos de campaña militar, esto supuso una evolución en tal objeto, con el propósito de que fuera mucha más cómoda, fácil de transportar y con buena durabilidad, definitivamente, una silla que estaba destinada para los generales, los imperator, los legados y demás líderes de importancia para la República Romana y después para el Imperio Romano. 

Generalmente, las antecesoras sillas de director se ponían en una posición privilegiada (loma o colina), para que el general en turno tuviera una buena vista de sus ejércitos o sus campamentos.

Ahora, pasemos a la era Napoleónica. Es probable que en esta época, la silla plegable para camping haya empezado a relucir en el mundo. La silla del emperador o de campaña, como se le conoce, era plegable y hecha a base de cuero, que data del año 1808 y fue hecha por Jacob Desmalter, un virtuoso ebanista de dicha época, y que su estilo Imperio y de Restauración, lo llevó a la cima; algunos expertos aseguran que, es la antecesora fidedigna de la actual silla de cineasta.

Tal objeto valioso para la historia, donde el mismísimo Napoleón Bonaparte se sentaba, es exhibido en el museo de Ajaccio en Francia, y de hecho, ha tenido que pasar por restauraciones debido a algunos incidentes.

Transición de la silla plegable de lona a la era del cine

Dicha transición del elemento se dio de forma muy natural. Un explorador, médico y misionero histórico, como David Livingstone, además de otros expertos en exploración de la época, tuvieron que trasladar aquellos objetos que solo se usaban en campañas militares a comunes asentamientos civiles, por lo que ya era común ver esta clase de sillas de director en usos rutinarios o cotidianos.

Esto no pasó desapercibido por aquellos profesionales que empezaban a laborar en el mundo del cine, otorgando a la silla de cineasta por excelencia, el lugar preponderante que merece en cualquier set de producción. Este objeto pasó a ser algo muy valioso, ya que en aquel momento e incluso ahora mismo, los encargados de la logística en el mundo del cine, precisaban de equipo con alta durabilidad y de fácil transportación.

Demos gracias a la posterior producción en serie, que nos permitió sentarnos en tales sillas, emulando a las grandes estrellas del cine de oro y sus prominentes directores y productores.

 

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